top of page
Buscar
  • Foto del escritorDiana Velasco

Líderes sociales del Pacífico: a prueba de fuego

Actualizado: 19 abr 2019

Defender un país con sus principios y sus ideales, defender una tierra, que nunca ha

sido ajena, vale la pena. Esta es la labor de los líderes sociales, quienes solo son

noticia cuando son asesinados...conozca entonces a los que viven amenazados.


Por: Diana Velasco y Christian Lozano


Certificado y foto de José Mario colgados en una de las paredes de madera de su casa.

“Así nos maten, no nos volvemos a ir”. Esa fue la decisión que tomó Jose Mario Riascos junto con su familia cuando lograron regresar a la vereda La Gloria, un lugar incrustado en la zona rural de Buenaventura donde en las noches la lluvia arrulla el sueño mezclándose con el sonido de una fiesta cercana, y en el día se frita pescado en medio de polvorientas calles a las que solo se llega en moto. Fue ese el lugar que José Mario, líder de la comunidad, debió dejar en el 2001 luego de la llegada del Bloque Calima de las AUC, quienes iniciaron enfrentamientos con las FARC por el poder de rutas estratégicas para el tráfico de drogas y armas presentes en el territorio. Hoy José Mario sigue amenazado, luchando por la vereda de sus amores.


Al volver, José Mario empezó a escalar lento al ocupar espacios de liderazgo desde la Junta de Acción Comunal de la Vereda hasta llegar a su puesto actual como representante legal del Consejo Comunitario de la vereda La Gloria, desde donde lucha por el territorio, por el patrimonio que les ha sido arrebatado por la violencia y por toda una historia que les debe a los negros no solo tierras, sino también parte de su cultura ancestral.


A muchos kilómetros de allí, desde un escritorio solitario en una pequeña oficina de paredes blancas y piso carmesí, un hombre mestizo decide luchar por los territorios de los campesinos desde la capital del departamento del Cauca llevando en alto la bandera de los Derechos Humanos, una labor que le ha costado lidiar con amenazas que hoy lo obligan a tener escolta para evitar su muerte, la misma a la que no le teme José Mario.


Aquel hombre lejano y desconocido para José Mario lleva por nombre Deivin Hurtado y lidera la Red de Derechos Humanos Francisco Isaías Cifuentes, un grupo que defiende al Cauca a capa y espada, un territorio que al igual que la vereda La Gloria, no ha visto el conflicto por televisión, sino que lo ha vivido a cada instante. Pero no solo las cicatrices del conflicto unen a José Mario y Deivin, sino su misma naturaleza de abogar por su tierra y su gente. Cosas que los hacen iguales: son líderes amenazados.


Es sábado en la tarde y Deivin camina lentamente por el Parque Caldas. Su hombre de seguridad lo vigila a una distancia prudente. Él no debería estar en Popayán, sino con alguna comunidad campesina ejerciendo su labor hasta el domingo, quién iba a pensar que el día anterior iban a ser asesinados dos de sus colegas en Guapi, Jesús Orlando Grueso y Jonathan Cundumí, integrantes del Movimiento Étnico y Popular del Pacífico MOEP que llevaban a cabo procesos de sustitución de cultivos ilícitos en el territorio. Ese día también había paro armado del ELN. Ese día, Deivin estaba de luto, por eso llevaba una camisa negra con rayas blancas, es como si la tristeza opacara las delgadas líneas de la paz y la tranquilidad.


“Lo ideal es que no tuviéramos que tener ningún hombre de protección sino poder hacer las labores que se desarrollan solos, pero pues hay que aceptar mientras esto cambia”. Desafortunadamente, esta situación de riesgo para los líderes sociales ha sido evidente desde la firma del Acuerdo de Paz. Según cifras de la Fundación Paz y Reconciliación, desde el 24 de Noviembre de 2016 hasta el 31 de Octubre de 2017 se reportaron 94 homicidios de líderes sociales. Con la muerte de los colegas de Deivin el 9 de febrero, ya se contaban 29 líderes asesinados en el 2018 según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz).


El escolta de Deivin fue otorgado por orden de la Unidad Nacional de Protección desde el pasado mes de octubre debido a las serias amenazas contra su vida. Sin embargo, esta medida parece no ser la correcta, o al menos eso opina Albeiro Napoleón Tovar, Fiscal quinto seccional de Derechos Humanos para indígenas, Marcha Patriótica y Líderes sindicales en el Cauca. “No se puede estar pensando en una permanente materia de tener a alguien con un escolta y una camioneta, porque aún, si bien protegemos de esa manera al líder –que es necesario a veces-, estamos diciendo que el Estado ha sido insuficiente para poder vivir en un estado de tranquilidad”. Por eso cree que la solución es otra forma de protección que debe pensarse entre los líderes y la Fiscalía.


Deivin Hurtado en la plaza principal de Popayán.

La incertidumbre diaria


Sale el sol en la vereda La Gloria, José Mario abre sus ojos muy temprano para organizar todo lo necesario para su reunión con el alcalde de Buenaventura, una cita muy importante para ser agendada un domingo. El líder camina sobre las tablas del segundo piso de su casa, saluda a su esposa, a sus nietos y a los hijos que estén merodeando por ahí. Se da un baño con agua de una pila, desayuna carne con patacón recién servidos por su esposa Rubiela y alista las propuestas del Consejo Comunitario para el alcalde. Esta vez hay un transporte que recoge a los integrantes del Consejo que irán a la reunión, otros días José Mario paga $2000 para que un joven en moto lo lleve hasta una calle principal de Buenaventura y allí aborda un colectivo que le cobra el mismo valor por su pasaje.


Respecto a sus amenazas, siempre las tiene presentes al dar cada paso: “Hay momentos en los que da temor, pero uno anda tranquilo, uno dice que lo que fue fue y ya, y por eso ustedes se dan cuenta de que acá a los líderes nos matan de la manera más tranquila. A mí no me ha tocado caer, pero tengo huellas de la violencia”. José Mario no ha pedido protección como la de Deivin porque no confía en quien deba darle seguridad. Muchos lo saludan, todos conocen al ‘Viejo Mario’, el mismo que está peleando para que su vereda sea un territorio productivo.


Días antes, Deivin recuerda a sus hijas, a sus bebés, un par de hermosas mellizas que lo impulsan cada día. En la semana se mantiene de reunión en reunión, haciendo comunicados, atendiendo a campesinos y otros líderes, y los fines de semana va a zonas olvidadas del Cauca, su familia ya no impide tanto sus viajes, saben que es peor intentar pedirle que se quede.


Cada día salen, caminan, lideran. Pero no pueden olvidar el temor a ser hostigados o asesinados.



Entonces, ¿por qué seguir luchando?


Deivin lo califica como amor a lo que hace: “yo me identifico con lo que hago, soy lo que hago”, es su esencia y por eso, a pesar de las dificultades sigue defendiendo a su gente mientras José Mario aboga por su territorio sin fijarse mucho en el temor: “todos los líderes estamos amenazados, pero eso no nos quita el compromiso de trabajar por nuestra comunidad. Nosotros no le tenemos temor a que nos asesinen, por el contrario, si lo hacen, tarde o temprano los únicos que perderán son nuestros propios asesinos.”


*Texto publicado en la versión impresa del periódico El Giro.


9 visualizaciones0 comentarios
bottom of page